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domingo, 9 de diciembre de 2012

Sesión del martes 27 de noviembre de 2012

Comenzamos reparando en que lleva Cervantes un tiempo empezando y acabando los capítulos con cierto suspense y eso denota una vez más su maestría e impronta novedosa a la hora de dejarnos con la miel en los labios de cara a lo que sucederá después. Seguimos hablando de Avellaneda de forma inevitable y la huella que supuso a la hora de la elaboración de esta segunda parte del Quijote. Algún asistente a este grupo de estudio del Quijote se muestra un tanto contrariado del tiempo que le estamos dedicando a dicho usurpador, pero creemos que fue para bien y no para mal que sirviera de acicate para continuar con las andanzas de Quijote y Sancho.
En el capítulo 31 asistimos al sueño hecho realidad de DQ y por fin es tratado como verdadero caballero andante. Hay una crítica interesante hacia la clerecía de la corte y nos detenemos en el cuento de Sancho.
El capítulo 32 resulta farragoso en su planteamiento, pero, no obstante tiene una importancia especial y única en el transcurso de la obra. Trata sobre la disquisición entre agravio y afrenta y nos detenemos un rato sobre dicha discusión. Hay diferencias, más allá de lo que se diga en el diccionario. Una vez más puede tener que ver con Avellaneda y la afrenta que ha supuesto para Cervantes la publicación de su obra. Coincidimos en que es un capítulo en el que tiene especial importancia el cariño que se muestran mutuamente nuestros dos protagonista y disfrutamos de una situación que no acontece todos los días. También podemos vislumbrar cuál es el objetivo de esta obra y lo que Cervantes quiere que sea.
En el capítulo 33 apreciamos cómo se han modernizado las novelas de caballerías para que sean leídas de forma más contemporánea y actual a como se había hecho hasta entonces.
En el 34 se vuelve a las situaciones más inverosímiles, incluida la injusticia más clamorosa. Asistimos a un espectáculo teatral y a una enloquecida fiesta palaciega. Nos adentramos en la investigación de los cronistas de las novelas de caballerías.
El tiempo no da para más, mientras nos perdemos de acá para allá por vericuetos imposibles.
Seguimos leyendo y caminando.

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